Mister Smithfield by Louise Bay

autor:Louise Bay
La lengua: spa
Format: epub
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editor: Ediciones Pàmies
publicado: 2021-11-08T00:00:00+00:00

22

Autumn

Nunca me había sentido tan atraída por un hombre como cuando Gabriel les dijo a Joshua y a Tristan que podían coquetear conmigo todo lo que quisieran, pero que era con él con quien me iba a ir a casa. Eso resumía una de las facultades que más me gustaban de él: no hablaba mucho, pero, cuando lo hacía, cada palabra contaba. Era una persona fuerte y segura de sí misma que no necesitaba gritar. Otros hombres eran posesivos o territoriales, pero por culpa de su ego. Cuando Gabriel exponía la situación, era una declaración para evitar que sus amigos desperdiciaran energía.

Y luego, cuando nos soltó lo del Theatre Café, no supe si tenía que besarlo hasta que me cansara o desmayarme ante tal despliegue.

Era poco más de la una de la madrugada cuando llegamos a casa, lo que significaba que quedaban seis horas para que Bethany se levantara.

Podíamos hacer muchas cosas en seis horas.

Cuando Gabriel metió la llave en la puerta, posé la mano sobre la suya, haciendo que se detuviera y se volviera hacia mí.

—¿Pasa algo? —preguntó.

Negué con la cabeza.

—Tienes que deshacerte de la niñera cuanto antes —dije al tiempo que llevaba la mano a su entrepierna. Dejé escapar un pequeño gemido al encontrarlo duro como una roca bajo mis dedos—. Tengo planes para esto.

—Créeme, yo también tengo planes —aseguró, y abrió la puerta mientras me hacía un gesto para que pasara delante.

La niñera estuvo fuera de allí en menos de sesenta segundos. Mientras Gabriel cerraba la puerta, deslicé las manos alrededor de su cintura.

—¿Te lo has pasado bien esta noche? —preguntó.

—Por supuesto —respondí—. He estado celebrando mi cumpleaños con algunas de mis personas favoritas. Y he podido cantar. Y, de todos modos, la noche aún no ha terminado.

Ladeó la cabeza, y no sé si fue por la forma en que entrecerró los ojos un poco o porque me parecía aún más alto de lo normal, pero me sentí como si se estuviera preparando para devorarme. Y yo deseaba ser su presa. Los latidos de mi corazón habían oído el pistoletazo de salida y mis pulsaciones se aceleraron sin control.

—Creo que llevas toda la noche un poco excitada por mí.

Deslizó las manos por mi culo y me subió el borde inferior del vestido. Dios, ¿cómo podía ese hombre ser tan educado en público? ¿Tan taciturno y amable cuando estaba en compañía, pero tan ardiente en cuanto nos quedamos a solas? Era como si se le activara un interruptor y se volviera lascivo, provocativo y muy sexy.

Deslizó las manos dentro de mis bragas, los dedos entre mis pliegues, y suspiré aliviada porque por fin me encontraba justo donde quería estar.

—Joder —escupió, y me hizo girar para que me quedara apretada contra la puerta—. ¿Llevas toda la noche así de mojada?

Asentí y subí la pierna hasta su cadera, invitándolo a hundir los dedos dentro de mí.

—Estás empapada —comentó; empujó sus dedos más adentro y buscó mi clítoris con el pulgar—. Me sorprende que hayas podido aguantar tanto tiempo sin llegar al orgasmo.

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